viernes, 3 de agosto de 2012

La cruz del sur (fragmento)

LA CRUZ DEL SUR

(fragmento) 



          La abuela Paca aún no es abuela. Sus cuatro hijos son pequeños y su esposo está ausente. Reclinada en su mecedora, pasa la noche en vela fumando tabaco brasileño, un cigarro tras otro. El oído alerta, la respiración sigilosa, un fusil al alcance de la mano. En la estancia sólo quedan el viejo Chispa, inutilizado por la edad y el alcohol, y doña Tecla. Los hombres se han ido a la guerra y no hay noticias de ellos. La abuela Paca, joven aún, fuma sus desparejos cigarros en la oscuridad mientras piensa en su esposo. No sabe que él está herido. Hace unas horas, un sable anónimo atravesó el poncho con el que Fabián Martínez, hombre de paz y de trabajo, se protege del frío de las madrugadas. El tajo no es profundo y él es fuerte. Volverá.
         Desde otro siglo y en otro continente, alguien quiere escribir su historia. Pero le faltan detalles y teme confundir los nombres -¿Fabián? ¿José?-. En busca de información, ese alguien se conecta con una prima lejana que vive en Berkeley y que tal vez sepa algo más. No, Carolina lo siente mucho, pero sus intereses han estado siempre muy ajenos a las tradiciones familiares. Sin embargo, agrega, tiene una hermana en Montevideo que podría hablar con alguna de las tías. Cree recordar que la tía Babel, viejísima, conserva una excelente memoria de los relatos que escuchó siendo niña.

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