Gastos generales a Caja. Mercado
Papelero, Factura de Crédito Nº 145783. Trescientos veinte pesos, impuestos
incluidos. Desglose del Iva. Combustible a Caja. Estación Capurro, Factura Nº
338546. Quinientos pesos. No lleva Iva. Mercaderías a Acreedores Varios.
Tuilex, Factura Nº 47362. Dos mil cuatrocientos. ¿Descuentos? Ah, sí, siete por
ciento. Borra la columna anterior y corrige el asiento. Se pone los lentes para
ver mejor el número del siguiente comprobante. La última cifra parece un seis.
O un ocho. ¿Lapiceras? En el estante debajo de la caja. Si no, junto a la calculadora.
Tres y veinte. A las cuatro un descanso de treinta minutos.
………
Tiene en sus manos un pasaporte de la
unión europea. Sueña con irse a cualquier lugar del mundo. Juega con el globo
terráqueo, lo hace girar sobre su eje y entrecierra los ojos. Haciendo trampa,
elige un punto al azar. Roma.
Retoma sus clases de italiano, cursos
intensivos de conversación en un instituto vinculado a la embajada. Relee a
Antonio Tabbuchi, frecuenta los titulares de La Repubblica, estudia la
geografía de las diversas regiones.
Quebrantos a Caja.
………
Intereses a Pérdidas. Junio siempre es un mes difícil,
comenta Cecilia por tercera vez en lo que va de la tarde. No hay de qué
preocuparse, todas las empresas tienen altibajos. ¿Quién va a pintar la casa
con esta humedad? Con lo que han vendido
en la semana les alcanza para cubrir la cuenta del banco, pero sus magros
sueldos tendrán que esperar. No importa, ella puede pedir auxilio a sus
abuelos, Cecilia siempre tiene algo ahorrado. Es por unos días nomás, cuando
llegue la primavera la economía se reactivará.
La empresa fue una idea de Cecilia, y
la mitad del dinero. Ella consiguió la otra mitad, un préstamo familiar a bajo
interés. A ningún interés, en realidad. Y para ser sincera, no retornable. No
necesariamente, al menos.
Esto es sólo por un tiempo, piensa,
hasta que decida qué es lo que en realidad quiere hacer. Viajar, sí. Pero más
adelante. Por ahora, el proyecto es mantener la empresa, hacer un poco de
dinero para después venderla y liberarse de las rutinas contables. Y entonces
dedicarse, sí, a su verdadera vocación. Pero antes debe definir con mayor claridad
cuál es su verdadera vocación.
Le faltan dos exámenes para terminar
su carrera, pero nunca se decide a darlos. A medida que pasa el tiempo, se
siente cada vez más insegura. Antes de recibirse, quisiera probar algo
distinto. Le gusta leer, le gustan los idiomas -menos el francés, claro-.
También aprecia la música clásica. Practica violín durante unos meses con un
profesor alcohólico y depresivo del que no tarda en enamorarse. Y en olvidar.
¿Traductorado? ¿Antropología? Prueba
un año aquí, otro año allá. Vive de la pequeña empresa que no prospera, pero
tampoco se funde. Una nave siempre a punto de naufragar. Gracias al empeño de
Cecilia, devuelven una parte del préstamo; una cuota cada tanto, nadie las
apremia. Bibliotecología, tal vez. Pero antes un curso intensivo de
administración, para llevar los números. Su profundo conocimiento del latín
medieval no le es muy útil a la hora de desglosar los impuestos. Cecilia asiste
a un taller de decoración y arma las vidrieras con gracia, con elegancia
incluso.
………
París. Parigi. Lutecia. Firenze. Londinium. Roma. Florencia.
Londres. Roma.
………
Era sobresaliente, cuando niña. Las maestras la felicitaban,
los profesores la elogiaban, todos la aplaudían.
A veces se pregunta cómo fue que las cosas pasaron de la
forma en que pasaron. Cuándo fue que todo comenzó a derivar hacia donde derivó.
Gastos generales a Caja. Caja a Deudores Varios.
………
Le quedan dos exámenes para terminar la licenciatura. Y un
trabajo monográfico sobre el latín en el dominio indoeuropeo. Pero hace un año
el Claustro introdujo un nuevo plan de estudios y su situación podría haber
variado. Va a la Facultad y consulta con el secretario adjunto. El sistema
actual la perjudica en algunos aspectos, la beneficia en otros. Por ejemplo,
ahora le sobran materias, como filología románica, pero debe hacer un curso de
historia. Antigua, moderna, medieval, no importa. Podría atenerse al viejo
plan, sí, claro, pero no hay profesores que puedan examinarla en las
asignaturas que ya no se exigen. ¿Z? Se jubiló hace unos meses. X falleció, ¿no
se había enterado?
El secretario adjunto es muy amable, la atiende con
deferencia, con interés incluso. El currículo que tiene ante sus ojos es el de
una alumna brillante. Lástima que no haya dado esas pruebas cuando hizo los
cursos. Ella toma nota de las diversas alternativas que él le presenta, lo va a
pensar y volverá. Sí, claro, sería una pena abandonar ahora. Mientras
conversan, se siente algo incómoda porque no logra recordar, por más esfuerzos
que hace, el nombre del Decano recientemente electo. Un apellido vasco, de eso
está segura. Con erres y zetas. Se despide por fin del amable secretario
adjunto y se dirige a la salida.
Atraviesa un interminable pasillo repleto de estudiantes
que le parecen demasiado jóvenes, mientras busca inútilmente una cara conocida.
………
La empresa no prospera, tampoco se funde. Flota, navega un
poco a la deriva, zozobra, escorada, sin terminar de naufragar. Cecilia arma
las vidrieras, arregla los muestrarios, desarma las vidrieras, vuelve a
arreglar los muestrarios, cambia los exhibidores de lugar, coloca pequeños
adornos en sitios estratégicos. Además, negocia con los proveedores y regatea
con los clientes.
Banco República, cheque Nº 415723. Ella lleva los números,
con cierta laxitud. Sus arqueos de caja son algo erráticos, los saldos no
siempre dan lo que tienen que dar. A veces sobra, a veces falta, nunca
demasiado.
Quebrantos a Caja.
………
La fermental conversación con el amable secretario adjunto
ha decidido a la alumna brillante a graduarse de una vez por todas. Obtendrá su
título, resuelve, aunque se trate de un título que, ya lo sabe, no es muy útil
en el campo laboral. Y menos en su pequeña empresa de equipamientos para baño y
cocina. Debería arriesgarse a dejar el país, piensa mientras envuelve para
regalo una bonita jabonera con forma de pez arco iris. Podría irse a California
–Patricia está en Berkeley-. O a Pennsylvania. Carmen le ha escrito que es
hermoso el otoño en Philadelphia. Piensa en la posibilidad de tomarse unas
semanas e ir a visitarla, pero antes debería terminar el cursillo de
iluminación artística que acaba de empezar.
Acreedores Varios a Caja.
………
Él era el novio de su mejor amiga. Ella se había puesto una
solera blanca que realzaba sus hombros bronceados. Aún recuerda las luciérnagas
titilando en la oscuridad. La Pedrera, una noche de verano.
………
Deudores a Pérdidas.
Ella no siempre paga sus deudas. Hay deudas que aún no ha
logrado pagar. No encuentra la moneda adecuada. Hasta los veinte años, era una
promesa. Después, no sabe qué fue lo que pasó. Un pequeño desvío en el camino,
una vacilación en un momento crucial, un tropiezo cuyas consecuencias
comenzaron a ramificarse como un cáncer. Un error que derivó en metástasis.
………
El abuelo la escucha. Para ser
sincera, ella no está convencida de que él realmente la escuche. Está
sentado en su sillón, la mira, parece prestar atención a sus palabras. Los dos
saben que él va a decir que sí. Un pequeño préstamo adicional. Para contratar
una administrativa que la suplante por unas horas en la empresa. Así ella podrá
empezar un curso de Archivos Culturales que, por suerte, es gratis. Además, una
amiga –Mónica Marins ¿te acordás?- hizo
ese mismo curso y poco después encontró un empleo maravilloso en Berlín.
Y no hablaba el alemán tan bien como ella.
La palabra Berlín sonó como una campana. Berlín, Londres,
Roma.
………
Cecilia se ha cruzado con Claudia en
el super y Claudia le ha comentado que tal vez, no es seguro aún, se decida por
fin a cambiar la grifería de la cocina. Y que tal vez, sólo tal vez, pase el
sábado por la mañana a comprarla. Cecilia ya cuenta el valor de esa grifería en
los ingresos de la semana. Hace cuentas y más cuentas en su calculadora,
mientras ella trata inútilmente de mantener encendida una varita de incienso.
Si suman esa hipotética venta a la también hipotética cobranza de la cuenta
vencida del Dr. Gómez, que prometió pasar entre jueves y viernes, podrían pagar
la factura del teléfono con apenas cuatro días de atraso.
………
Normal, común y corriente, ubicada. Normal, como todo el
mundo. Los sábados de noche, a bailar. A los lugares de moda, la música de
moda, con los chicos de moda. Por esos años, su madre sueña
verla casada con un estanciero. Su padre, con un contador. Ella se enamora del
jardinero.
Incobrables a Pérdidas.
Él es de afuera, le dicen el pampa. A ella le gusta su piel
oscura, curtida por el sol y por el frío. No van a los lugares de moda, adonde
va todo el mundo. Se encuentran a escondidas en lugares sórdidos. Pensiones de
la ciudad vieja, con las paredes descascaradas por la humedad y manchas de moho
en el cielorraso. Les dice a sus padres que se queda a dormir en lo de Anna.
………
Una amiga de Cecilia le comentó
que... A ella le parece una historia más bien inverosímil, pero nunca se
sabe... ¿con el ginecólogo, te dijo...? Y este mismo verano, en La Paloma.
Cecilia se interrumpe y salta de su asiento para atender a un cliente que se
demora en la entrada, mirando los muestrarios. En pocos minutos logra venderle
un costoso artefacto para el baño, un juego de grifos dorados que simulan una
pequeña fuente parisina. O versallesca. Made in China, claro. Cecilia acompaña
a su cliente hasta la puerta, tratando de incrementar su venta con un lavatorio
estilo grecorromano -también made in China- para colocar debajo del frondoso
manantial doméstico que acaba de adquirir. Pero el hombre se muestra renuente.
Otro día, tal vez.
………
Amarelo, branco, rosso. Podría terminar su licenciatura en
alguna universidad de San Pablo. Y después, empezar un doctorado. Laranja,
preto. Eso fue lo que hizo Alejandra y ella sabe, porque se lo contó Jazmín
cuando se encontraron en el estreno de Las Troyanas, que Alejandra está muy contenta.
Ahora trabaja en la Universidad Federal de Río de Janeiro y está enamorada de
un carioca. Vermelho, cinza, azul. Tendría que averiguar, piensa, mientras
trata de imprimir un anticipo del balance.
………
Fue una mañana de agosto, una mañana fría de un domingo de
agosto, muchos años después, cuando comprendió. Estaba pasando el plumero por
las molduras del cielorraso de su dormitorio, haciendo equilibrio sobre una
destartalada butaca de patas desparejas, cuando comprendió. Entendió, se dio
cuenta.
Ya era tarde.
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